divendres, 5 de maig del 2017

CONCURS DE SANT JORDI DE 2n D'ESO: ELS GUANYADORS (1)

EL DRAGÓN

Supongo que todo me conoceréis, me llamo Dragui y no soy un simple dragón, no, yo soy “El Dragón”. Ese dragón gruñón y hambriento que come y engulle cabras y ciervos. Sí, esa era mi rutina: comer, mear, dormir y así sucesivamente hasta que llegó el día que la comida se terminó y no quedaron ni cabras ni ciervos, y yo, como buen dragón, quería comer, y la única forma de poder hacerlo era engullendo personas.

Foto: Maria Gallego

Ese día me desperté y fui al pueblo a reclamar mi comida y les dije que si no querían problemas conmigo tenían que darme una persona al día. Y lo mejor fue que lo cumplieron, día tras día tenía a alguien a quien despedazar, engullir, tragar, digerir y expulsar.

Hasta que un día, llegó una princesa, una bellísima dama, tan joven y bonita que me daba hasta cosa comer. Ya estaba cogiéndola para despedazarla cuando un caballero montado en un caballo -muy apetitoso, por cierto-, apareció, y empezó a luchar con su preciosa espada hasta que me mató y no contento con eso, de mi sangre sacó una estúpida flor. Espero que no lo sepa mi padre.

Guanyadors de 2n d’ESO A
Text: Carles Iglèsies
Perfil: Carlota Sagnier de Castro


SANT JORDI

Hace 20 años aproximadamente, un muchacho llamado Jordi perdió a sus padres, un gran dragón arrasó el pueblo y muy pocos habitantes sobrevivieron, fue una gran catástrofe. El dragón desapareció sin dejar rastro.

Con tan solo seis años de edad, Jordi se fue a vivir con sus abuelos, que vivían en otro reino lejano al suyo. Él estaba muy enfadado, siempre se repetía lo mismo: “Algún día me vengaré de ese estúpido dragón que mató a mis padres”. Siempre pensaba en volver a su tierra y vengarse del dragón si nadie ya lo había matado.

Diez años más tarde, Jordi ya estaba hecho todo un caballero, sus abuelos se habían gastado todos sus ahorros en una armadura de hierro bien hecha, junto con una gran y elegante espada en que estaba grabada la inicial de su nombre, Jordi.

Un precioso día de primavera, llegó al pueblo la noticia de que el dragón había vuelto al reino donde Jordi había vivido. De momento, alimentaban al dragón con los animales, pero al cabo de pocas semanas los animales se acabaron y la gente se tuvo que sacrificar. El caballero Jordi, entusiasmado de que por fin podría cumplir su propósito que hacía diez años que estaba esperando, cogió su caballo y fue hacia su tierra para matar al dragón.

Foto: Maria Gallego

Pasaron semanas, hasta que llegó a su destino. Justo aquel día daba la casualidad de que la persona a la que había tocado sacrificarse era la hija pequeña del rey y la reina. Eran las doce del mediodía y era la hora de la comida del dragón. Desde atrás de unos arbustos, el caballero observaba como la princesa era atada a un árbol por los que parecían ser sus dos hermanas, que ya que estaban se despedían de ella. De pronto el cielo se nubló y apareció el dragón, que empezó a rodear a la princesa, y de pronto, el caballero saltó de detrás del arbusto junto su caballo y le clavó la espada en lo que parecía ser el pecho del dragón, y de esta manera atravesó su corazón y lo mató. El caballero fue hacia el árbol en el que la princesa estaba atada. Una vez desatada, de la herida del dragón salió una rosa con un rojo potente como el de la sangre del dragón: el caballero la recogió y se la ofreció a la princesa. Después de salvar a la princesa, se celebró una ceremonia de agradecimiento a Jordi, que desde aquel 23 de abril se le dio el nombre de Sant Jordi, por haber salvado a todo el pueblo del dragón. Unos días más tarde, el rey le ofreció a Sant Jordi la mano de su hija, el caballero, entusiasmado, dijo que sí. Aquel mismo mes se celebró la boda.

Afortunadamente, el reino ya no tuvo que preocuparse más por el dragón.

Y así, querido Jordi, se conocieron tus padres.
Guanyadora de 2n d’ESO B
Text i perfil: Bertha Guerra