EL DRAGÓN
Supongo que todo me conoceréis, me llamo Dragui y no soy un simple
dragón, no, yo soy “El Dragón”. Ese
dragón gruñón y hambriento que come y engulle cabras y
ciervos. Sí, esa era mi rutina: comer, mear, dormir y así sucesivamente hasta que llegó el día que la comida se terminó y no quedaron ni
cabras ni ciervos, y yo, como buen
dragón, quería comer, y la única
forma de poder hacerlo era engullendo personas.
Foto: Maria Gallego |
Ese día me desperté y fui al pueblo a reclamar mi comida y les dije que si no querían problemas conmigo tenían que darme una persona al día. Y lo mejor fue que lo cumplieron, día tras día tenía a alguien a quien despedazar, engullir, tragar, digerir y expulsar.
Hasta que un día, llegó una
princesa, una bellísima
dama, tan joven y bonita
que me daba hasta cosa comer. Ya estaba
cogiéndola para despedazarla cuando un caballero
montado en un caballo -muy
apetitoso, por cierto-, apareció, y
empezó a luchar con su preciosa
espada hasta que me mató y no
contento con eso, de mi sangre sacó una
estúpida flor. Espero que no lo sepa mi padre.
Guanyadors de 2n d’ESO A
Text: Carles Iglèsies
Perfil: Carlota Sagnier de Castro
SANT JORDI
Hace 20 años aproximadamente, un muchacho llamado Jordi perdió a sus padres, un gran dragón arrasó el pueblo y muy pocos habitantes sobrevivieron, fue una gran catástrofe. El dragón desapareció sin dejar rastro.
Hace 20 años aproximadamente, un muchacho llamado Jordi perdió a sus padres, un gran dragón arrasó el pueblo y muy pocos habitantes sobrevivieron, fue una gran catástrofe. El dragón desapareció sin dejar rastro.
Con tan solo seis años de edad, Jordi
se fue a vivir con sus abuelos,
que vivían en otro
reino lejano al suyo. Él estaba muy enfadado, siempre
se repetía lo mismo: “Algún día
me vengaré de ese estúpido dragón que mató a mis padres”. Siempre pensaba en
volver a su tierra y vengarse del dragón si nadie ya lo había matado.
Diez años
más tarde, Jordi ya estaba hecho todo un caballero, sus abuelos se habían
gastado todos sus ahorros en una armadura de hierro bien hecha, junto con una
gran y elegante espada en que estaba grabada la inicial de su nombre, Jordi.
Un precioso día de primavera, llegó
al pueblo la noticia de que el dragón había
vuelto al reino donde Jordi había vivido. De momento, alimentaban al
dragón con los animales, pero al cabo de pocas semanas los animales se acabaron
y la gente se tuvo que sacrificar. El caballero Jordi, entusiasmado de que por
fin podría cumplir su propósito que hacía diez años que estaba esperando, cogió
su caballo y fue hacia su tierra para matar
al dragón.
Foto: Maria Gallego |
Pasaron
semanas, hasta que llegó a su destino. Justo aquel día daba la casualidad de
que la persona a la que había
tocado sacrificarse era
la hija pequeña
del rey y la reina. Eran las doce del mediodía y era
la hora de la comida del dragón. Desde atrás de unos arbustos, el caballero
observaba como la princesa era atada a un árbol por los que parecían ser sus
dos hermanas, que ya que estaban se despedían de ella. De pronto el cielo se nubló y apareció el dragón, que empezó a rodear a la princesa,
y de pronto, el caballero
saltó de detrás del arbusto junto su caballo y le clavó la espada en lo que
parecía ser el pecho del dragón, y de esta manera atravesó su corazón y lo mató.
El caballero fue hacia el árbol en el que la princesa estaba atada. Una vez
desatada, de la herida del dragón salió una rosa con un rojo potente como el de
la sangre del dragón: el caballero la recogió y se la ofreció a la princesa.
Después de salvar a la princesa, se celebró una ceremonia de agradecimiento a
Jordi, que desde aquel 23 de abril se le dio el nombre de Sant Jordi, por haber
salvado a todo el pueblo del dragón. Unos días más tarde, el rey le ofreció a
Sant Jordi la mano de su hija, el caballero, entusiasmado, dijo que sí. Aquel
mismo mes se celebró la boda.
Afortunadamente, el reino
ya no tuvo que preocuparse más por el dragón.
Y
así, querido Jordi, se conocieron tus padres.
Guanyadora de 2n d’ESO B
Text i perfil: Bertha Guerra